En 1982 distinguí cuatro
corrientes en la Teología de la Liberación latinoamericana7. Entre ellas, situé
a la Teología del Pueblo, nombre que le puso Juan Luis Segundo al criticarla,
pero que también adoptó Sebastián Politi al propugnarla. Gutiérrez la
caracteriza como “una corriente con rasgos propios dentro de la Teología de la
Liberación” y Roberto Oliveros la reconoce como una vertiente de esta,
denominándola peyorativamente “teología populista”. Luego, la mencionada
clasificación —que, por cierto, no es la única posible—, fue aceptada por
teólogos de la liberación, como Joáo Batista Libánio, y por sus críticos, como
Methol y Antonio Quarracino al presentar la instrucción
Libertatis Nuntius (1984)8.
Libertatis Nuntius (1984)8.
Entre los”rasgos propios”
mencionados porGutiérrez,además de los de carácter temático señalados por míen
la primera
parte de este artículo, se dan otros de índole metodológica relacionados con los primeros: el uso del análisis históricocultural, privilegiándolo porencima del socio-estructural (que no es desechado); el empleo —como mediación para conocer la realidad y para transformarla— de ciencias más sintéticas y hermenéuticas, como la historia, la cultura y la religión, completando así el espectro de ciencias analíticas y estructurales; el mencionado enraizamiento de dichas mediaciones científicas en un conocimiento y discernimiento sapienciales por “la
connaturalidad afectiva que da el amor” (Evangelü Gaudium 125) que, a su vez, las confirma; un distanciamiento crítico del método marxista de análisis social y de las categorías de comprensión y estrategias de acción que le corresponden.
parte de este artículo, se dan otros de índole metodológica relacionados con los primeros: el uso del análisis históricocultural, privilegiándolo porencima del socio-estructural (que no es desechado); el empleo —como mediación para conocer la realidad y para transformarla— de ciencias más sintéticas y hermenéuticas, como la historia, la cultura y la religión, completando así el espectro de ciencias analíticas y estructurales; el mencionado enraizamiento de dichas mediaciones científicas en un conocimiento y discernimiento sapienciales por “la
connaturalidad afectiva que da el amor” (Evangelü Gaudium 125) que, a su vez, las confirma; un distanciamiento crítico del método marxista de análisis social y de las categorías de comprensión y estrategias de acción que le corresponden.
Las dos Instrucciones de la
Congregación para la Doctrina de la Fe de 1984 y 1986 ayudaron a prevenir
posiciones extremas.
Por su parte, Juan Pablo II, en su mensaje del 9 de abril de 1986 a los obispos del Brasil, dio reconocimiento eclesial a la Teología de la Liberación no solo como “oportuna, sino [como] útil y necesaria”, y como “una etapa nueva” en la reflexión teológicosocial de la Iglesia, con tal que esté en continuidad con esta9.
Llamó la atención el gesto del Papa de hacerse bendecir por el pueblo casi inmediatamente después de presentársele. No nos admiró a quienes conocíamos su aprecio teológico por el “pueblo fiel de Dios”, aprecio que implica una manera específica de concebir la Iglesia.
Por su parte, Juan Pablo II, en su mensaje del 9 de abril de 1986 a los obispos del Brasil, dio reconocimiento eclesial a la Teología de la Liberación no solo como “oportuna, sino [como] útil y necesaria”, y como “una etapa nueva” en la reflexión teológicosocial de la Iglesia, con tal que esté en continuidad con esta9.
Llamó la atención el gesto del Papa de hacerse bendecir por el pueblo casi inmediatamente después de presentársele. No nos admiró a quienes conocíamos su aprecio teológico por el “pueblo fiel de Dios”, aprecio que implica una manera específica de concebir la Iglesia.
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