jueves, 1 de octubre de 2015

Ataques directos a la la Iglesia Catolica

7 prácticas católicas infiltradas en la iglesia evangélica

La visita de Jorge Bergoglio a los Estados Unidos ha causado que el tema del papa vuelva a estar en primera plana en el mundo. En otras ocasiones he escrito porque los Evangélicos no vemos a la figura del Papa como una autoridad eclesiástica y cuales son algunas de nuestras diferencias doctrinales fundamentales entre Protestantes y Católicos. En especial he escrito en la diferencia que ambos tenemos sobre cómo somos justificados lo cual crea una división que no nos permite tener verdadera unidad con la iglesia católica.
Esto no significa que no podemos aliarnos con Católicos en causas comunes como la lucha contra el aborto y la definición bíblica del matrimonio. Pero a pesar de que podamos tener cosmovisiones similares en algunas áreas, no podemos ver una verdadera unidad puesto que la verdadera unión viene en torno a la Verdad (Juan 17:17, 20-21). Nuestra diferencia con el Señor Bergoglio no es una personal: no atacamos su persona. Nuestras diferencias son teológicas: no podemos estar a favor de la doctrina que él representa.
Todo evangélico puede estar de acuerdo con estas cosas. Profesamos que “hay un solo Dios, y también un solo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre” (2 Tim. 2:15). A la misma vez, y sin darnos cuenta, ciertas doctrinas católicas se introducen en el mundo evangélico de una forma que no es bíblica y, por tanto, no es saludable. En mi iglesia yo uso la frase de que nos cuidemos de regresar a Roma. Con esto me refiero a cuidarnos de no volver a doctrinas y prácticas que fueron denunciadas por los protestantes durante la Reforma, pero que de alguna forma la iglesia moderna se ve tentada a readoptarlas.

1. Papas evangélicos

Gracias a Dios, soy una persona que difícilmente tiendo a la ira. No digo que no lucho con (¡muchos!) pecados: solo que la ira no es uno de los comunes. Ahora bien, si quieres verme molesto en medio de una discusión teológica, basa tus argumentos no en pasajes de la Palabra, sino en MacArthur, Piper o Washer. Como protestantes, somos prontos a negar la infalibilidad papal, pero muchas veces con nuestras acciones afirmamos la infalibilidad de nuestro teólogo favorito. No estoy diciendo que no debemos aprender de hombres de Dios ni tenerlos en alta estima. Pero no podemos basar nuestros sermones y doctrinas en los argumentos de los hombres sin estudiar profundamente lo que dice la Biblia sobre el tema.

2. Ignorancia de las Escrituras

Uno de las bendiciones mayores de la Reforma fue el acceso de todos los creyentes a la Biblia. Personas murieron para que tú y yo pudiéramos tener acceso a la Biblia en nuestro idioma. Sin embargo, hoy muchos creyentes han regresado a la práctica de dejar el estudio bíblico al clero, en vez de ellos participar como creyentes en el estudio profundo de la Palabra para que sus vidas seas formadas por verdades bíblicas. Preferimos que un pastor nos diga qué hacer que crear convicciones a través del estudio de la Palabra.

3. Siguiendo tradiciones

Me encantan los credos y las confesiones históricas. En muchos aspectos me adhiero a la Confesión Bautista de Londres del 1689. Pero la Biblia me ayuda a interaccionar con el credo no lo contrario. Debemos cuidarnos de buscar nuestra certeza doctrinal en la Teología Sistemática de Grudem, en la Confesión de Fe de Westminster, o en la Confesión de Fe de nuestra iglesia más que en las mismas Escrituras que inspiraron estos libros.

4. Clero sacerdotal

A menudo personas amadas me piden que ore por alguna petición especial. Es uno de los mayores privilegios que tiene un creyente, orar los unos por los otros.  Usualmente, cuando me piden que ore les digo que con mucho gusto, pero quiero que sepan que mi oración no es más efectiva que la de cualquier otro santo en la congregación. Todo cristiano es amado por el Padre, aceptado por el Hijo, y habitado por el Espíritu. Todos somos real sacerdocio, nación santa (1 P. 2:9). No hay una casta sacerdotal: los pastores no están “en otro nivel”. Si pensamos lo contrario, entonces manifestamos vestigios de Roma.

5. Espacio en lo secundario

Uno de los regalos principales de la Reforma es que, como creyentes, podemos reformar o cambiar posiciones secundarias doctrinales. A diferencia de los dogmas católicos, que establecen lo que todo feligrés debe creer, la Reforma trajo consigo unidad en lo principal –en lo que está claramente revelado en la Palabra–, pero apertura a diferenciar en lo que no es principal. Sin darnos cuenta, cuando hacemos de doctrinas secundarias como el gobierno de la iglesia, el uso de los dones espirituales, o la interpretación de cuándo será el rapto como esenciales para ser creyentes, no estamos siendo protestantes: estamos actuando como católicos. Estamos diciendo que todos los creyentes deben verse iguales.

6. Compra de indulgencias

Uno de los catalíticos principales de la Reforma fue la venta de indulgencias. En una forma, esto es equivalente a buscar comprar el favor de Dios. Aunque se hacía de de diversas formas, en especial era por medio de factores económicos. Lamentablemente, nuestras iglesias en ocasiones manifiestan diversas formas de comprar el favor de Dios, aquel favor que Cristo compró en la cruz por Su pueblo. Por medio de ofrendas, promesas, ayunos… tratamos de manipular a Dios para recibir lo que deseamos. Esto luce bastante similar a prácticas pecaminosas de Roma.

7. Intercesores que no son Cristo

¿Quién ha escuchado a un líder adoración decir: esta canción nos llevará a la misma presencia de Dios? La realidad es que ninguna canción, líder de adoración o persona puede hacer lo que solo Cristo puede hacer. Es Jesús el mediador entre Dios y el hombre. Es por medio de Él que tenemos acceso al Padre. Solus Christus.

Estos son algunas prácticas que observo en la iglesia moderna que tienen mucho catolicismo detrás de la oreja, y que sin darnos cuenta hemos adoptado a nuestro contexto. Que sea la Biblia y un conocimiento profundo de la misma lo que impulse nuestra vida de iglesia. Somos protestantes, ¡cuidémonos de no volver a Roma!

Seis razones por las qué los evangélicos no tenemos un Papa


La confusión entre los Protestantes y el Catolicismo Romano es grande en mi país de Guatemala. Recuerdo hace varios años cuando el presidente se identificaba como un cristiano, católico, y sacerdote maya. Hizo lo que pudo para tratar de cerrar las separaciones entre las religiones mayores en nuestro país.
Ahora, algo similar está pasando con el Papa Francisco, a quien tantos aman y veneran por su postura abierta y misericordiosa hacia el mundo. Al ver un líder tan admirable como él, tal vez has escuchado la pregunta, “¿Y por qué los evangélicos no tenemos un Papa también?”. Después de todo, muchos dicen que si hubiera un Papa evangélico, no habrían tantas denominaciones y tantas diferencias.
Para mejor entender las razones detrás de esta diferencia entre los evangélicos y católicos, en su blogKevin DeYoung hizo referencia el viernes pasado al compendio teológico de cuatro volúmenes tituladoReformed Dogmatics, en el cual el reconocido teólogo Henry Bavinck comparte seis razones por las que los protestantes rechazan el Primado del Papa y el entendimiento católico de la sucesión apostólica. Quisiera compartir estas seis razones, escritas por DeYoung & Bavinck, y después de cada una dar un comentario breve para aplicarlo a nuestros contextos (identificado por el SM).
Seis razones
1. La diferencia entre el clero y los laicos que forma la base de la jerarquía Católica Romana ni se enseña en la Biblia, ni se muestra en la organización de la iglesia del primer siglo. Sin duda la Biblia distingue entre pastores y rebaños. Los oficios de la iglesia son bíblicos, pero en la teología Católica “clero” y “laicos” se refieren a más que solo “pastor” y “miembro de la iglesia”. Como explica Bavinck: “En la Iglesia Católica Romana ‘clero’ se ha convertido en una palabra para describir una clase especial de personas eclesiásticas que por ser consagrados han sido separados de los demás, creando una clase única de “cleros” que en un sentido muy especial pertenecen al Señor (4:358)”. En contraste, las Escrituras enseñan que el rebaño entero es el kleros, pertenece al Señor, y es Su herencia (Exo. 19:5-6). No existe una clase especial sacerdotal en el Nuevo Testamento, puesto que todos los creyentes verdaderos son llenos del Espíritu, guiados por el Espíritu, comparten en la unción del Espíritu, forman parte de un sacerdocio real, y son una posesión valiosa de Dios. Pastores y ancianos son pastores que sirven al rebaño, no sacerdotes que ofrecen sacrificios o obispos jerárquicos quienes gobiernan a la gente. “Oficio en la Iglesia de Cristo no es una magistratura, sino un ministerio” (4:359).
SM: La postura Protestante reconoce que hay oficios en la iglesia (los cuales sin duda involucran una cierta medida de responsabilidad en cuanto a supervisión y gobernación). Sin embargo, estos oficios existen para servir al rebaño, no para crear estructuras jerárquicas o clases especiales de sacerdotes. Pastores no son mediadores entre Dios y el hombre; solo Cristo es nuestro mediador (1 Tim. 2:5) y nuestra responsabilidad como pastores es apuntar a la gente hacia Él. Todos los creyentes son “sacerdotes”: no hay una clase especial.
2. El Nuevo Testamento no reconoce un episcopado que sea diferente del presbítero. Hechos 20 es un texto clásico, puesto que allí encontramos a Pablo usando las palabras griegas para supervisor (espiskopoi) y anciano (presbyteroi) intercambiablemente (Hechos 20:17, 28). Pedro hasta se llama a sí mismo un anciano (1 Ped. 5:1). “Aparte de los oficios extraordinarios del apóstol, profeta, y evangelista, hay solo dos oficios ordinarios, los diáconos y los presbyteroi (Fil. 1:1, 1 Tim. 3:1, 8): pastores y maestros (Ef. 4:1; 1 Tim. 5:17), aquellos que tienen el don de administración (1 Co. 12:28), aquellos en posición de autoridad (Ro. 12:8; 1 Tes. 5:12); y líderes (He. 13:7, 17)” (4:360).
SM: La Biblia nos enseña que solo hay dos oficios dentro de la iglesia: pastor/anciano, y diáconos. Cualquier otro oficio es invento del hombre y no mandado por las Escrituras. Ambos oficios existen para servir a la iglesia, los pastores/ancianos a través del liderazgo, enseñanza, y supervisión, y los diáconos a través del servicio a las necesidades de los miembros de la iglesia.
3. El apostolado era un oficio excepcional y temporal en la iglesia del Nuevo Testamento. Ciertamente debe haber una sucesión de verdad apostólica, y hay un sentido en el que los supervisores/ancianos cuidan a las iglesias como lo hicieron los apóstoles. Pero en el sentido más estricto, los apóstoles no tienen sucesores. Son parte de un fundamento no repetible, de una vez por todas de la Iglesia (Ef. 2:20). “Los apóstoles habían sido los testigos de las palabras y obras de Jesús. Habían sido llamados directamente por Cristo mismo a su oficio, recibiendo una medida especial del Espíritu Santo, y fueron llamados a una tarea única, es decir, a establecer el fundamento de la Iglesia y ofrecer en su mensaje el medio perfecto de unión entre Cristo y Su Iglesia. En todas estas cosas ellos se distinguen de los demás, se encuentran en un nivel extremadamente superior a la de sus sucesores, y mantienen un oficio no-transferible y no-renovable” (4:362).
SM: Aunque hay cierta división entre los Protestantes sobre el tema de la sucesión apostólica, el entendimiento tradicional ortodoxo enseña que la verdadera sucesión apostólica tiene menos que ver con el oficio de apóstol y más con la verdad apostólica, es decir, el consejo de Dios en las Escrituras y el mensaje del evangelio. Aunque los Apóstoles nombrados por Jesús recibieron gran poder, ese gran poder fue para proclamar un mensaje aún más grande: el evangelio. Entonces, la sucesión no se trata de nombrar nuevos apóstoles o pontífices, sino de entregar el mismo mensaje de salvación de generación a generación en la Iglesia de Cristo. No habría forma de seguir esa sucesión apóstolica hasta hoy.
4. No hay evidencia en las Escrituras que muestren que Pedro tuvo una autoridad única, diferente, o superior a la de los otros once apóstoles. Aún si entendiéramos que Mateo 16:18 enseña que Jesús prometió que la Iglesia sería edificada sobre Pedro (y no simplemente sobre su confesión), el hecho es que Jesús solo hace tal promesa en vista de la confesión de Pedro. Pedro sería fundamental a la Iglesia primitiva, pero también lo serían los otros Apóstoles (Ef. 2:20), puesto que ellos también confesaron a Jesús como Cristo (Mat. 16:15-16). Además, el poder de las llaves fue extendida a todos los apóstoles en Mateo 18:18 y Juan 20:23 (4:363). El retrato de Pedro en el resto del Nuevo Testamento nunca es de un hombre a quién se la ha dado (o quién pretende que ha sido dado) autoridad sobre la Iglesia entera (Gal. 2:6, 9). Él es enviando junto con Juan a Samaria por los otros apóstoles (He. 8:14). Nunca es mencionado como el príncipe de los apóstoles (1 Co. 12:28; Ef. 4:11; Ap. 21:14) y se refiere a sí mismo mansamente como un anciano (1 Pe. 5:1, 3).
SM: No hay nada en las Escrituras que nos muestre que Pedro sea de cualquier modo superior a los otros apóstoles o ancianos. De hecho, el simple hecho de considerarse “superior” a los demás va en contra del modelo bíblico de obispado, y aún más del evangelio.
5. Aún si Pedro hubiera sido otorgado una autoridad única sobre la Iglesia (lo cual no es cierto), esto todavía no establecería la primacía del obispo de Roma. Para que el entendimiento Católico del papado sea verdadero, (1) Pedro tuvo que haber pasado más de 20 años en Roma, (2) tuvo que haber sido un Obispo allí y Primado sobre toda la Iglesia, y (3) tuvo que haber transferido de manera intencional la autoridad en estos dos oficios (Obispo y Primado) a Lino. En las cartas de Pablo a Roma, y en sus varias cartas escritas desde Roma, no hay ninguna mención del ministerio de Pedro allí, mucho menos un ministerio pontificio. De acuerdo a los documentos más antiguos de la Iglesia primitiva, la iglesia en Roma fue gobernada por una facultad de presbíteros, no un episcopado monárquico (4:365). No fue hasta la mitad del segundo siglo que comenzó a circular la leyenda del largo ministerio de Pedro en Roma, una leyenda la cual Eusebio y Jerónimo luego establecerían como una parte definitiva de la tradición romana (4:365-66).
SM: La fe protestante es una fe histórica. Entonces, si los hechos históricos no emparejan con las enseñanzas o tradiciones de alguna iglesia, esas enseñanzas deben ser refutadas. No podemos ignorar la falta de evidencia histórica de que Pedro haya sido genuinamente el “primer Papa” en Roma.
6. La premisa de que la Iglesia Católica encabezada por un pontífice en Roma descansa sobre un entendimiento de la historia que en su mejor caso está llena de suposiciones insostenibles. Como Bavinck muestra una y otra vez, si la primacía del obispo romano es verdadero, entonces debemos demostrar que Pedro paso décadas en Roma, que mantuvo el oficio de Obispo y Primado, y que luego transfirió deliberadamente este oficio a su sucesor en Roma. Pero la tradición eclesiástica dice que Pedro nombró supervisores en otras ciudades además de Roma. ¿Cómo sabemos, si transfirió autoridad suprema a cualquier obispo, que quiso transferir el Primado a Roma? Y si transfirió tal poder, ¿donde está la evidencia histórica de tal sucesión? ¿Y con qué autoridad lo hizo? “Debe haber una ley divina que sustenta esta estructura episcopal y papal”, nota Bavinck. “Pero aquí es donde el argumento se desarma: no existe tal ley. Cristo nunca dijo una palabra sobre el episcopado de Pedro en Roma ni sobre su sucesor. Pedro no ha —ni de acuerdo a las Escrituras, ni a la tradición— dado a entender que el obispo de Roma sería su único y verdadero sucesor. El enlace entre el Primado y el episcopado romano es entonces basado únicamente sobre el hecho de que Pedro si paso tiempo en Roma y la suposición ahistórica de que mantuvo el oficio de Obispo y Primado allí” (4:367). Al ver que el fundamento completo y la autoridad única de la Iglesia Católica Romana está improvisada en una historia tan dudosa no es sorprendente que Bavinck comenta, “Aquí, la eternidad cuelga de una telaraña”.
SM: Bavinck no lo pudo haber dicho de mejor manera. La teología del Papado pone una carga demasiada pesada sobre un cimiento demasiado débil. 
El simple hecho es que la cabeza de la Iglesia no es un Papa, ni un apóstol, sino Cristo (Col. 1:18). Él tiene toda la autoridad (Mt. 28:18). Él es el líder perfecto, el mensaje completo, y el mejor modelo de misericordia y amor que jamás podremos encontrar. Ningún hombre es digno de estar en una posición elevada sino solo el Dios hecho hombre: Cristo Jesús.

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