viernes, 27 de febrero de 2015

Teología de la liberación del pueblo de Dios propuesta por el Papa Francisco ¿Que es pueblo de Dios?

. «Pueblo de Dios»  tiene una significación que no se descubre con un primer examen. Como toda expresión teológica, exige reflexión, profundización y clarificación para evitar las interpretaciones falsas. Ya a nivel lingüístico el término latino «populus» no parece ser capaz de traducir directamente el laos griego de la Biblia de los «Setenta».
Laos es un término que en los «Setenta» tiene un sentido muy preciso, sentido no sólo religioso, sino incluso directamente soteriológico y destinado a encontrar su cumplimiento en el Nuevo Testamento.
Ahora bien, Lumen gentium supone el sentido bíblico del término «pueblo»; éste es retomado por la Constitución con todas las connotaciones que le han conferido el Antiguo y el Nuevo Testamento. En la expresión «pueblo de Dios», el genitivo «de Dios» da, por lo demás, su alcance específico y definitivo a la expresión, situándola en su contexto bíblico de aparición y de desarrollo. Esto tiene como consecuencia que debe excluirse radicalmente una interpretación del término «pueblo» en un sentido exclusivamente biológico, racial, cultural, político o ideológico.
El «pueblo de Dios» procede «de arriba», del designio de Dios, es decir, de la elección, de la alianza y de la misión. Esto es verdadero, sobre todo si consideramos que Lumen gentium no se limita a proponer la noción veterotestamentaria de «pueblo de Dios», sino que la supera hablando del «nuevo pueblo de Dios»[16]. El nuevo pueblo de Dios está constituido por los que creen en Jesucristo y han «renacido» porque han sido bautizados en el agua y en el Espíritu Santo (Jn 3, 3-6). El Espíritu Santo «por la fuerza del Evangelio hace rejuvenecer y renueva incesantemente a la Iglesia»[17].

Así la expresión «pueblo de Dios» recibe su sentido propio, de una referencia constitutiva al misterio trinitaria revelado por Jesucristo en el Espíritu Santo[18]. El nuevo pueblo de Dios se presenta como la «comunidad de fe, de esperanza y de caridad»[19], de la que la Eucaristía es la fuente[20]: la unión íntima de cada creyente con su Salvador y también la unidad de los fieles entre sí constituyen el fruto indivisible de la pertenencia activa a la Iglesia y transforman toda la existencia del cristiano en «culto espiritual». La dimensión comunitaria es esencial en la Iglesia para que en ella puedan ser vividas y compartidas la fe, la esperanza y la caridad, y para que esa comunión, habiendo alcanzado el «corazón» de cada creyente, se extienda también a un plano de realización comunitaria objetivo e institucional. La Iglesia está también llamada a vivir, en este plano social, en la memoria y la espera de Jesucristo, y a anunciar la buena nueva a todos los hombres.


Conceptos puntuales de lo que se entiende por pueblo y su influencia en la Iglesia.

"Es la conjunción de los pueblos que, en el orden universal, conservan
su propia peculiaridad; es la totalidad de las personas en una sociedad que busca un bien común que verdaderamente incorpora a todos" (EvangelüGaudium 236). Sin emplear la palabra, el Papa apunta a la interculturalidad.
Anteriormente, el papa Francisco había ofrecido la fundamentación trinitaria de lo dicho: "El mismo Espíritu
Santo es la armonía, así como es el vínculo de amor entre el Padre y el Hijo. Él es quien suscita una múltiple
y diversa riqueza de dones y, al mismo tiempo, construye una unidad que no es nunca uniformidad, sino multiforme
armonía que atrae" (ibid., 117).
Un ejemplo patente de convergencia con la Teología del Pueblo lo ofrece Evangelü Gaudium cuando, citando el Documento
de Puebla 450 (y 264) concluye que, mediante su piedad popular, "el pueblo se evangeliza constantemente a sí mismo", si se trata de pueblos "en tos que se ha inculturado el Evangelio" (Evangelü Gaudium 122; cf. 68). Pues cada uno de ellos "es el creador de su cultura y el protagonista de su historia. La cultura es algo dinámico, que un pueblo recrea permanentemente, y cada generación transmite a la siguiente un sistema de actitudes ante las distintas situaciones existenciales, que esta debe reformular frente a sus propios desafíos" (ibid.).
Entonces, "en su proceso de transmisión cultural también transmite la fe de maneras siempre nuevas; de aquí la importancia de la evangelización entendida como inculturación. Cada porción del Pueblo de Dios, al traducir en su vida el don de Dios según su genio propio, da testimonio de la fe recibida y la enriquece con nuevas expresiones que son elocuentes" (ibid.). Notemos que no habla de una mera trasmisión cultural externa, sino de un testimonio colectivo vivo. Por ello añade: "Se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es
el agente principal" [ibid.).


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