jueves, 12 de marzo de 2015

El Papa Francisco explica que hacer ante las injusticias

Las injusticias
Antes de presidir la Misa con la que terminó la visita, el Papa se reunió con el Consejo Pastoral de la parroquia. Les habló de las injusticias y de cómo todo cristiano ayuda al prójimo. “Si tu hijo tiene hambre y la sociedad no te ayuda a trabajar, no te ayuda a encontrar un trabajo, no te ayuda a salir de los vicios… debes dar de comer a los hijos… esto lo digo para hacer entender bien la situación de mucha gente que es buena, pero la vida le empuja contra el muro”.
“Ustedes trabajan para que estas situaciones no se repitan, para que estas situaciones no sean cotidianas: trabajan para continuar y avanzar con la gente y decirle: ‘no, ven aquí, ¿qué necesitas? Yo te ayudaré’. Y muchas veces la gente, cuando se siente acompañada, querida, no cae en esa red de malvados que explotan a la gente pobre”.
Sobre esta realidad apuntó también que “los mafiosos explotan a la gente pobre para hacerle hacer el trabajo sucio y después, si la policía encuentra, encuentra a esa pobre gente pero no a los mafiosos que se encuentran todos seguros y pagan también la seguridad”.
Sobre cómo ayudar a la gente, Francisco aconsejó aproximarse con “cercanía”, con aquella caricia que Jesús nos ha enseñado. Para salvarnos Dios se ha hecho cercano a nosotros, se ha hecho uno de nosotros: ¡Y ha sufrido por nosotros!”.
Sobre las muchas injusticias que existen, el Santo Padre señaló que “si hay tanta injusticia, haciendo manifestaciones políticas contra la injusticia, gritando, y después yendo a comer una buena pizza con una cerveza no sirve. Sirve la cercanía, las caricias, el amor, compartir la vida”.
Una historia de Buenos Aires
El Papa contó que este mismo día había recibió un email de un amigo judío de Buenos Aires. “Me contaba una historia: los judíos tienen historias antiguas de rabinos ancianos que son como catequesis, que los viejos rabinos hacían para que la gente aprendiese cómo se debe actuar-, sobre un hombre rico y muy inteligente. En su inteligencia leía la Biblia y decía: ‘El Profeta Elías debe regresar, debe venir…’ y no entendía por qué no venía. Fue a su rabino y éste –viejo y sabio- le dijo: ‘Ve a otro país y encontrarás una casa que es así, así y así. Toma todo, todas las cosas para hacer la fiesta, –porque llegaba la fiesta de Año Nuevo- todas las cosas para comer, y llévalas allí como regalo y estate con ellos un día de fiesta. Y allí encontrarás a Elías’.
“Este hombre rico llenó dos cestos, se fue e hizo la fiesta con ellos, pero miraba, miraba y no veía a Elías. Después regresó, tras un día, volvió donde el rabino y le dijo: ‘He hecho lo que me dijiste, pero no he visto a Elías. ¿Qué tengo que hacer? ¡Me has engañado!’. Él le dijo: ‘Vuelve pasado mañana, con las mismas cosas, pero no llames a la puerta: escucha desde la ventana de qué hablan’. Eran los últimos días de la fiesta. Este hombre se acercó a la ventana, escuchó y la familia hebrea pobre, pobre, pobre que no tenía nada que comer, hablaba a los hijos que decían: ‘Mamá, ¿Ahora como festejamos el último día de la fiesta si no tenemos qué comer?, ¿Cómo hacemos papá?’. Y la madre y el padre dijeron: ‘Tenemos confianza: así como Elías, el profeta, vino el primer día, volverá también hoy’. Y aquél hombre, que escuchaba desde la ventana, se dio cuenta de que el profeta Elías era él”.
Francisco explicó que “también nosotros somos profetas, grandes profetas, pero anunciamos a Jesucristo con gestos, también con las palabras, pero primero con los gestos. Con la cercanía”.
“Acaricien a la gente, a los enfermos, los que están solos, también a aquellos que merecen el apelativo de ‘miserables’: acarícienlos, como Dios nos ha acariciado a nosotros”.

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