jueves, 12 de marzo de 2015

“Todo reino divido va a la ruina.”


     Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por madre... El Señor nos lo advierte cuando dice: “Quien no está conmigo está contra mí, quien no recoge conmigo, desparrama.” El que rompe la paz y la concordia de Cristo actúa contra Cristo. El que recoge fuera de la Iglesia, desparrama la Iglesia de Cristo.

    El Señor dice: “El Padre y yo somos uno.” (Jn 10,30) Está escrito, a propósito del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: “...los tres están de acuerdo.” (cf 1Jn 5,7) ¿Quién, a partir de aquí, creerá que la unidad que tiene su origen en esta armonía divina, pueda ser rota en pedazos en la Iglesia...por conflictos de la voluntad? El que no observa esta unidad no observa la ley de Dios ni la fe en el Padre ni en el Hijo; no obtendrá ni la vida ni la salvación.

    Este sacramento de la unidad, este lazo de concordia en una cohesión indisoluble se nos muestra en el evangelio por la túnica del Señor. No puede ser dividida ni rota, sino que echarán la suerte para saber a quién le toca revestirse de Cristo. (cf Jn 19,24)... Es el símbolo de la unidad que viene de arriba.

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